martes, 15 de mayo de 2018

Sunny

Olvidad cualquier cosa que dijese de Chiisakobee porque Taiyo Matsumoto expone el día a día de los niños que viven en una casa de acogida de una forma tan desgarradora que hace empalidecer a todas las obras que traten temas similares. Estoy consternada pensando en lo mucho que he tardado en descubrir a este autor teniendo en cuenta que Glénat lo introdujo en su catálogo hace una década e incluso lo invitó al salón del manga en 2009 (supongo que por aquel entonces no estaba preparada para apreciar su obra...). 


Sei no puede seguir viviendo con sus padres por lo que le acogen en la casa de los niños de las estrellas. Allí conocerá a Haruo, que siempre está gritando y haciendo gamberradas, a Jun, que no se separa de su armónica y tiene las uñas larguísimas, a Megumu, silenciosa y obediente aunque quizá un poco sombría, a Kiiko, escandalosa y quejica... y a tantos otros niños que sobrellevan lo mejor que pueden la separación de sus respectivas familias.

Si Chiisakobee era la adaptación a la actualidad de una novela clásica, Sunny cuenta una historia que podría haber pasado hace cincuenta años o el mes pasado. Y es que una de las primeras cosas que me llamó la atención de este manga es que está ambientado en los años setenta sin explicitarlo en ningún momento. Tardé varios capítulos en darme cuenta ya que la principal pista está en las referencias a canciones de moda y deportistas famosos de la época que se hacen cada vez que encienden la televisión o se ponen a tararear una melodía. Puede parecer un detalle insignificante pero que el autor sea capaz de transmitir la información sin contarla directamente ya evidencia que domina el medio.


Aunque, por supuesto, si Sunny destaca entre otras obras es por su exposición de la infancia. Las bromas, las jugarretas, los mocos, las quejas, los gritos, los motes, las rabietas, los celos, las mentiras... Cada pequeño detalle nos teletransporta a esa etapa en que el mundo adulto parece tan lejano e inalcanzable, cuando todas las emociones se viven intensamente. Los personajes de Sunny se tambalean en esa línea tan fina que separa la bendita ignorancia e ingenuidad infantil de un entendimiento sorprendentemente agudo del mundo que les rodea y las normas que lo rigen. En este sentido, el autor es implacable y nos muestra como, sin que nadie se lo explique ni lo justifique, los niños tienen que adaptarse a sus nuevas circunstancias por ensayo y error. Y lo aprenden muy rápido, os lo aseguro.

Pero, sobre todo, Sunny nos rompe el corazón capítulo tras capítulo al abordar un tema tan cruel como es el del abandono. Una esperaría que los niños que se encuentran en un centro de acogida fuesen todos huérfanos o quizás con padres gravemente enfermos o en prisión. Pero no es así para muchos de los niños de las estrellas que tienen que lidiar con un duelo aún más despiadado: sus padres no pueden/quieren ocuparse de ellos y es por eso que los dejan a cargo de la casa de acogida. Este es el caso de Haruo, Sei o Kiiko cuyo carácter se va resintiendo poco a poco al saberse abandonados voluntariamente.


Cada capítulo está dedicado a un personaje distinto y, aunque los niños repiten en más de una ocasión siendo Sei y Haruo los protagonistas (si es que hay protagonistas en Sunny), también hay espacio para personajes como Kenji, que como es menor de edad sigue al amparo de la casa de acogida aunque haga mucho que dejó atrás su infancia, o Makio, el nieto del dueño, que se podría decir que tiene una vida normal aunque no parezca muy conforme con ella.

El dibujo es sencillamente excepcional, con un grafismo tosco que ahuyentará a los compradores de obras más convencionales pero que sin duda le proporcionan ese halo de experimentación tan bien valorado entre lectores que buscan algo distinto y están dispuestos a pagar (literalmente) por ello (13 euros que cuesta cada tomo a pesar de no tener más páginas que un tankoubon estándar). Taiyo Matsumoto tiene un estilo muy personal, fruto de años de publicación, que se caracteriza por viñetas gigantescas y trazos burdos.


Sunny es la obra con la que he conocido a Taiyo Matsumoto y ahora entiendo por fin por qué había tantas personas recomendándolo encarecidamente en las redes. Es difícil transmitir con palabras la capacidad que tiene el autor para estrujar el corazón del lector.

4 comentarios:

  1. A la espera de que me traigan el número 6 en mi tienda y poder terminar la lectura... muy de acuerdo con todo lo que dices.
    De momento me han destrozado especialmente los capítulos de Haruo con su madre.
    O el de la niña que brau y luego brau (LA CODIFICACIÓN ANTI SPOILERS para los demás lectores).
    ...
    hmm, mientras escribía el comentario iba a nombrar en plan "los que más duros" pero me he dado cuenta que al final son casi todos y lo he dejado a medias.


    Suerte que te hice caso y me animé a releer el primer volumen y seguir comprándola :_D

    PD: y para más drama, que sea en gran parte autobiográfica D:

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    1. A mí me pasa igual, yo creo que es inevitable pensar primero en Haruo porque es un poco "protagonista" y destaca por su personalidad entre los demás pero si te pones a pensar en qué historia es más dramática es que es imposible escoger entre tantas desgracias.

      Otra cosa que me fascina y que olvidé meter en la reseña es que aparecen algunos personajes con cierto protagonismo que no son niños de las estrellas y, aún así, son bastante infelices también. El autor ejemplifica que lo de "hay gente que está peor" no sirve de consuelo ni siquiera cuando es tan palpable como en Sunny.

      Lo curioso es que a mí me pasó algo parecido porque el primer tomo se me hizo bastante cuesta arriba pero a partir del segundo ya fue un no parar.

      PD: me rompiste todos los esquemas cuando me dijiste que era un manga que bebe de las experiencias del propio autor =S

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  2. Es una obra maravillosa, que emociona sin artimañas ni exceso de azúcar y que logra que te identifiques con cada uno de sus personajes.

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    1. Totalmente de acuerdo. A mí uno de los capítulos que más me destrozó el corazón fue precisamente el de una "niña con casa" que, con toda la buena intención del mundo, se compadecía de los niños de las estrellas...

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